Escrito por: Sergio Heredia
Durante el próximo año, Alberto Contador no podrá incorporarse en el pelotón internacional. Suspendido por un año, su nombre ha quedado manchado para siempre, se resuelva como se resuelva su expediente. Son las consecuencias del dopaje,  práctica que desacredita al deportista, ahora un ser estigmatizado y  vulnerable, situación que no todos toleran: en septiembre, Terry Newton  (31 años), jugador de rugby a 13, castigado por consumo de hormona de  crecimiento, colgó una soga de su piso en Orrell (Manchester), se la  anudó al cuello y se suicidó.
El caso Newton podría haberse quedado en un plano muy menor: los  medios no acostumbran a informar de cualquier suicidio. Sin embargo, las  circunstancias del asunto elevaron su valor. Se trataba de un  reconocido deportista inglés caído en desgracia, ahora un apestado  social y una lacra en casa: su mujer pensaba abandonarle.
“Lo que pasa en el deporte es extrapolable a lo que ocurre en la  sociedad –dice José Miguel Echavarri, que ha sido director deportivo de  múltiples equipos ciclistas–: el deportista cazado sufre el mismo trato  social que el drogadicto, o que el convicto. Para la sociedad, es  alguien tóxico”...

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