Mostrando entradas con la etiqueta Paula Emilia Sanz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Paula Emilia Sanz. Mostrar todas las entradas

sábado, 1 de junio de 2024

Fotos de atletismo. Psicoanálisis. 13290. Recuerdos año 2010. Tertulia sobre la novela “Tengo 15 años y no quiero morir” de Christine Arnothy, traducida por Paula Emilia Sanz. Comentario de Luis Seguí Sentagne

 

Luis y Beatriz
Foto: Elena




Comentario de Luis Seguí:

En primer lugar, me gustaría interrogarme e interrogar sobre el género literario del libro. No sé si es una novela, si es una autobiografía. Porque la parte de ficción que caracteriza a una obra literaria, a una novela, está ausente. Se trata aquí de unas notas. Y me gustaría referirme al momento en que fue escrito. Lo que ha señalado Miguel me parece muy pertinente, porque las notas que supuestamente tomó la autora se hicieron mientras estaba en el encierro, en una Budapest bombardeada. Y da la impresión, por la simpleza, por la escritura poco cuidada, literariamente hablando, que las contradicciones que se han señalado son muy evidentes. Efectivamente, parece que estuviesen escritas por una adolescente sin cultura literaria. Culta en otro sentido, pero no literariamente. Al final del libro, cuando se va a marchar de la casa de campo para huir hacia Austria, arranca unas páginas y las esconde en su ropa, son las notas que supuestamente tomó en el sótano, aunque durante el desarrollo del texto no hace referencia ninguna a que escribió ese diario en tales circunstancias, o que se escurrió en el sótano para dirigirse a un lugar donde hubiese luz para escribir. No hay la más mínima referencia a la escritura durante el desarrollo del relato, sólo aparece al final cuando dice que arranca las hojas. La simpleza, la falta de cuidado, como digo, dan la impresión de que es el texto de una adolescente. Es verdad que tuvo 10 años para perfeccionar el texto, revisarlo, y mejorarlo en sentido literario, pero parece que no lo ha hecho, que se quedó con las notas que tomó 10 años antes.

El libro me remite a dos referencias. Una es Sándor Márai. Tiene un libro autobiográfico que se llama ¡Tierra, Tierra!, donde describe la entrada del ejército rojo en Hungría. Los soviéticos van ocupando el terreno, y coincide Márai con una descripción que hace esta autora en relación a los rasgos mogólicos de los soldados soviéticos. Márai también los señala, e históricamente es así. Las tropas soviéticas llevaban un cuerpo de élite en el frente, que se componía de tártaros y mogoles. Y se caracterizaban, en primer lugar, porque no eran occidentales, eran personas de otra cultura, violaban y saqueaban como, generalmente, hacen los vencedores y los ocupantes de un territorio conquistado. Y la violación que sufre Ilus, la madre que después va a morir en la explosión de una mina en el Danubio, no parece que sea una cosa original ni novedosa, ni que obedezca a un sentimiento anticomunista que, por otra parte, existe en el libro. No causalmente, Hungría estaba ocupada por los alemanes, y había un movimiento pro nazi en Hungría muy importante y poderoso. Es decir, los sentimientos pro alemanes, cualquiera que vea la contraportada del libro, puede comprenderlos. La madre de la autora era germano-polaca, y el padre húngaro, es decir, la influencia germanófila en la ideología de la autora es evidente. También el anticomunismo, porque para un burgués húngaro, el ejército rojo estaba compuesto por salvajes que venían a desposeer a los burgueses, a comer a los niños crudos. Era todo lo que se decía de la maldad “innata” de los comunistas. Todo eso está presente, a veces subliminalmente, a veces muy directamente a lo largo de la obra. También Márai lo desarrolla, mucho mejor, en ¡Tierra, Tierra!

Otra referencia es a Jorge Semprún, que también vivió la guerra. Me parece una referencia muy pertinente porque observa algo que está en este libro. Semprún dice que en los campos de concentración coincidían, en ese lugar de horror, el mal absoluto por un lado, y la fraternidad por otro. Y en este libro aparece el mal absoluto, la guerra en primer lugar, los combatientes en su crueldad, pero, además, la fraternidad, que se patentiza en algunos comportamientos de la gente que está en el sótano. Esas doce personas, esos doce apóstoles, manifiestan actitudes de ternura, de solidaridad, Pista en primer lugar, un personaje muy esquemático, pero un personaje que atraviesa toda la primera mitad del libro como un ángel bueno frente al ángel exterminador de la muerte y de la guerra, el ángel salvador que viene con harina, que viene con raciones de comida, que los lleva a buscar agua. El mal absoluto por un lado y la fraternidad por el otro, la que le da la naranja a Ilus para el niño, gestos de ese orden acompañados por el egoísmo, por el sacrificio absurdo del judío, que cree que con su estrella de David amarilla, los soviéticos lo van a respetar y que los nazis lo van a asesinar. Lo asesinan los soviéticos. Son esas contradicciones, y esos encuentros trágicos que producen las situaciones límites, al igual que cuando ella va a los baños turcos y vuelve con el agua y se la da al caballo moribundo que está alrededor de ese sótano. Entonces, creo que el libro adolece de una gran cantidad de defectos, desde el punto de vista literario, que son remarcables.

Por otro lado, comparado este libro con el de de Irene Nemirovsky, El baile, que se comentó aquí también, ella lo escribió más o menos a la edad de 17 años, y sin embargo, tiene mucha más calidad literaria, hay una diferencia abismal. Hay algo que hecho en falta en este libro que comentamos hoy, y es la ausencia completa de profundidad psicológica. Ni siquiera describe a sus padres, ni con un afecto especial ni ninguna otra circunstancia. Están ahí simplemente. Con ellos cruza la frontera, pero hay algo de un distanciamiento afectivo, también, con todo el resto de los personajes que participan del relato. Hay un distanciamiento psicológico en el que ella padece, yo diría, un narcisismo muy manifiesto. Todo gira en torno a ella. Es comprensible desde el punto de vista de que “quiere vivir”, es decir, lo suyo es sobrevivir como pueda. Pero así como es minuciosa en algunas descripciones, echo mucho en falta lo que Nemirovsky sí hace en su libro El baile, donde hay una madurez personal, literaria, y una profundidad psicológica que aquí está, para mí, completamente ausente.



23 ene 2010 (244)