Abascal muestra la medalla con la que pasó a la historia.
Foto: R. RUIZ
Abascal, en una de las habitaciones de su casa, muestra la foto en la que levanta los brazos tras ganar el bronce en Los Ángeles.
Foto: ROBERTO RUIZ
El cántabro rememora aquella histórica final de los 1.500
Su nombre en este país es sinónimo de atletismo y su medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, que este año cumple 25 veranos, huele a Picos de Europa. José Manuel Abascal fue uno de los protagonistas de la mágica final de los 1.500 metros que se vivió aquel 11 de agosto de 1984 en el estadio Los Ángeles Memorial Coliseum. Aquel día fue histórico para el atletismo español, gracias a un atleta pasiego que fue pionero y cambio los esquemas del atletismo en este país. Los recuerdos de aquella tarde de Los Ángeles, noche en España, están tan frescos que 'Abas' da detalles de la carrera, de la posterior entrega de premios, de un recibimiento apoteósico en Barajas y en Cantabria, y de como este bronce de ley cambió su vida.
«Yo creo que debían ser las siete de la tarde en Los Ángeles y las cuatro de la mañana en España cuando se disputó la final». Abascal empieza a traer recuerdos a su mente mientras se toma un café, ya frío, sentado en la terraza de su casa, la que por cierto se llama Los Ángeles 84. Su perro 'Lolito' merodea a su alrededor
Era un sueño
Para Abascal correr aquella final era ya un sueño. Desde que fue eliminado en las semifinales de Moscú 80, con el osito Misha como testigo, el atleta cántabro tenía una espina clavada. «Me prometí llegar a la final de Los Ángeles y allí estaba... pero las medallas yo las veía muy lejanas», dice 'Abas' cuando se acuerda de que allí estaba la 'armada británica': Steve Ovett, Steve Cram y Sebastian Coe. «Eran imbatibles, y meterles mano a mí me parecía una hazaña», cuenta.
La salida de los atletas al estadio fue triunfal. Era el último día de los Juegos y si tenemos en cuenta que en unas olimpiadas el atletismo es el deporte rey, y en el atletismo la prueba reina es la de 1.500 metros, no es de extrañar que fuesen recibidos como tal, como 'reyes'. «Estuvimos 40 minutos en la cámara de llamadas y cuando salimos a la pista yo me quedé impresionado. Había 100.000 espectadores, que encima se volvieron locos cuando vieron a los dos estadounidenses que estaban en la final, Jim Spivey y Steve Scott. Scott además era californiano así que el estadio entero se puso en pié. La gente enloqueció al verlo». En ese momento a Abascal le sobrevino el miedo escénico. «Lo vi más complicado que nunca, pero Pasqua Piqueras (técnico del equipo español de atletismo) me acompañó hasta la pista dándome ánimos. Y para despedirse me dijo: 'Abas, si no atacas a falta de 500 metros no podemos hacer nada'. Yo pensé: 'Tranquilo José Manuel, que estos tienen dos piernas y dos brazos como tú».
Pistoletazo de salida
El pistoletazo de salida hizo bailar el corazón de miles de españoles que ya estaban pegados frente al televisor, aunque eran las cuatro de la madrugada. Abascal se puso al ralentí en la primera vuelta y al llegar al 600, Scott hizo un cambio de ritmo muy duro. El cántabro se dio cuenta y se puso a su vera. «A falta de 500 metros di el tirón más fuerte que he dado en mi vida». Hizo lo que su entrenador, Rojo, y Pasqua Piqueras le habían dicho. Con ese ataque 'Abas' se quedó en el grupo delantero con los ingleses Coe y Cram. Los últimos 150 metros fueron eternos para todos los aficionados españoles. José Manuel Abascal explica que para él fueron «como los 100 kilómetros de Bezana, porque se me pegó Chesire». El keniata intentó pasar al cántabro, pero le faltó nervio. Además, 'Abas' volaba en esos momentos, sin volver la cabeza y con su mirada puesta en la meta. Un último 400 en 55 segundos le valió para pasar a la historia.
«El día más grande»
«Lo recuerdo como el día más grande de mi vida deportiva y creo que el resto del mundo lo recuerda así. Y eso que he hecho otras cosas que yo creo que fueron históricas, como ser el primer atleta en llevar publicidad en su camiseta o ser el primer español que fue a la Copa del Mundo representando a Europa. Pero nadie se acuerda de eso. La gente sólo se acuerda de la medalla de bronce de Los Ángeles», señala 'Abas' mientras sube las escaleras de su casa y se dirige hacia su sala de trofeos, el santuario donde descansa la famosa presea.
Abascal prosigue su relato. Habla con emoción. Volvemos a Los Ángeles. «En el momento en el que crucé la meta levanté los brazos, pero no lloré. Yo creo que todavía no lo había asimilado», dice.
Al salir de la pista, cerca de 50 periodistas españoles y latinoamericanos esperaban al 'héroe'. «El primero en abrazarme fue Pasqua Piqueras, otra vez él». Minutos después, los voluntarios del COI llevaron a Abas a dar una rueda de prensa, y de ahí directo a la también histórica entrega de medallas. Allí estaba 'Abas' en el tercer cajón de un podio de leyenda, aguantando el ramo de flores y viendo como se izaba la bandera española. «Ahí sí que me emocioné». Después abandonó el estadio y se fue de 'tournée' por las distintas sedes de las radios y teles de España y latinoamérica. Tocaba dar entrevistas. Esa noche Abascal recibió más de mil telegramas, que todavía conserva. «Un voluntario del COI me los trajo metidos en una caja a la Villa Olímpica. Había del Rey, del presidente Felipe González... y mira, uno de EL DIARIO MONTAÑÉS. Fue impresionante».
El valor de la medalla
Pero cuando realmente José Manuel Abascal se dio cuenta del valor de aquella medalla fue a su llegada a España. «Fue cuando llegué al aeropuerto de Barajas y me bajé del avión. En el avión venían también los jugadores de baloncesto que había ganado la medalla de plata; Molina y Doreste que ganaron el oro en vela; y los de piragüismo que también tuvieron medalla. Todos bajaron la escalerilla y no pasó nada, pero cuando yo puse el pie en tierra toda la prensa se abalanzó sobre mí. Me costó un triunfo llegar hasta la terminal. Iba escoltado por el secretario de estado, Román Cuyás, y por el presidente del COE, Alfonso de Borbón. No había visto nada igual».
Por supuesto había mucho público, y de Cantabria. «Mi amigo Chuchi Bedoya había fletado un autobús desde Cantabria a Madrid para recibirme. Cuando los vi, le pedí permiso a mi entrenador y me fui con ellos para casa en autobús. Al llegar a Santander fuimos a la cafetería Picos de Europa, que es de Chuchi, y cuando entramos toda la gente se puso en pie y empezó a aplaudirme. Fue espontáneo. Esa gente ni tan siquiera sabía que yo iba a ir allí», explica Abascal refiriéndose al segundo momento que le impacto.
Y el tercero fue a la mañana siguiente de llegar, y en su casa. «Eran las ocho de la mañana y mi madre fue a despertarme. Me dijo 'niño, levántate que el salón está lleno de periodistas'. Yo me vestí como pude y bajé al salón. Había como 30 periodistas en casa. Mi madre estaba asustada y no entendía nada, pero la pobre atendió a todos como pudo», cuenta 'Abas'.
La cosa se tranquilizó días después, cuando Abascal retomó los entrenamientos y la competición, aunque siguió recibiendo reconocimientos de todos tipo y de todas partes de España.
Sus declaraciones
Pero si hay algo que Abascal recuerda de aquella tarde angelina de 1984 fueron sus primeras declaraciones tras ganar el bronce. «Dije: 'la medalla se la dedico a todos mis paisanos'». Había una poderosa razón. Meses antes de ir a los Juegos Abas estuvo enfermo y su preparación sufrió un parón. «Pero a falta de algo más de un mes para los Juegos, decidí hacer un test, sobre 2.000 metros, para probar como estaba. Del resultado dependía si iba o no a Los Ángeles. Los cántabros se volcaron conmigo. Hubo 5.000 personas en La Albericia e hice un tiempo de 5.01. El test fue válido. Mis paisanos me ayudaron de esta manera a ir ganar aquel bronce». Y por supuesto él se lo dedicó a todos ellos.
Fuente: eldiariomontanes.es
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