martes, 24 de noviembre de 2009

5317. LITER-a-TULIA. Mal de Piedras, de Milena Agus, en la traducción de Celia Filpetto. Comentario de Miguel Ángel Alonso Rodríguez.





Mal de Piedras, de Milena Agus


Mal de Piedras de Milena Agus en la traducción de Celia Filpetto. Comentario de Miguel Ángel Alonso


“Maldiciendo el día en que la habían mandado a primer grado y había aprendido a escribir”

Mal de Piedras


No suelen gustarme las novelas de tono autobiográfico en las que se cuentan las relaciones afectivas del narrador con los familiares. Suele apoderarse de ellas una atmósfera de caracteres un tanto melifluos. Suponen que al lector le van a interesar circunstancias banales de esas relaciones particulares que tanto satisficieron al narrador. Pero esta novela tiene algo más. Las relaciones familiares son un medio que da pie para reflexionar sobre conceptos inagotables que tanto nos pueden decir sobre la naturaleza de las fracturas y sentimientos que afectan al ser humano, el vacío, la locura, el amor, y sobre todo da pie para reflexionar sobre el papel reparador de la escritura, ese invento que ofrece la posibilidad de velar las fracturas, no tener que mirarlas de forma directa, lo cual resultaría, ciertamente, insoportable.

La novela se hace estimable merced a un singular juego del lenguaje. Tiene que ver con una función del mismo: la retroacción. Esa sorprendente última página, como punto final, abrocha el sentido de la novela, su verdadera significación. Modifica radicalmente el valor que los acontecimientos habían ido adquiriendo. Porque si a lo largo de sus páginas todo gravitaba alrededor de un amor apasionado, y alrededor de fenómenos elementales de la locura, el final lo trastoca todo revalorizando ese amor como nostalgia de lo que nunca se tuvo, revalorizando la locura por su implicación con el ser, y revalorizando la escritura poética como punto de capitón que produce, al menos, la articulación de una soledad melancólica con la vida. No hay puntuación para la locura y para el amor sin la escritura, ella constituye el invento que hace soportable la vida.

Las páginas de esta novela, por lo tanto, me solicitan una valoración minuciosa de la función reparadora de la escritura en diversas vertientes, dado que todo el relato se desliza hacia su imperiosa necesidad.

En primer lugar, la escritura constituye el invento que realiza la abuela, porque no procura una indagación psicológica que dé cuenta de su mal, sino que realiza una producción directa a partir de ese mal. Es este invento, “sabe hacer” con su mal, lo que permite a la abuela una existencia más digna que la pura locura, implicando a su deseo como contrapartida a la prosaica vida de la norma que no tuvo la suficiente consistencia para estructurarla ni para atarla al mundo.

Es similar a lo anterior decir que la abuela sufre un irremediable exilio –el que todos, de alguna manera hemos de sufrir— exilio de una tierra natal en la que nunca estuvo y que vive como inconmensurable vacío, realizando una creación exnihilo –algo muy propio del arte— que parte de ese agujero que se significa en la carencia del amor, y que provoca tanta angustia que hasta parece que le hubiesen arrancado un trozo de carne de su cuerpo.

Me viene a la memoria un aforismo que dice: “Cuando todo está destruido, la única posibilidad es poética”. Y la abuela lo lleva a la práctica.

En tercer lugar, es patente la articulación de la escritura con el amor. Encontramos a éste en una lógica que exige al otro un reconocimiento de unicidad, o lo que es lo mismo, la aceptación por parte del otro –ambiguo e indefinido siempre— de ese vacío excesivo. Podemos escuchar un clamor apasionado, mudo, clandestino, secreto, que escribe poéticamente un ofrecimiento de ese vacío al otro. “Amor es dar lo que no se tiene”, decía Jacques Lacan. La abuela sostiene de forma angustiosa todo el peso específico de ese vacío, sólo la escritura le permite entregarlo al otro –el veterano—que recibe esa escritura significando retroactivamente toda la obra. Es así como, de forma implícita, podemos hacer propio de la abuela el hermoso proemio que abre la novela: “Si no he de conocerte nunca, haz al menos que te extrañe”.

Y por último, encontramos otra función de la escritura: la restitución de un lugar para el sujeto. Ante el estrago que produce la madre –su insulto atraviesa a la abuela situándola en el mundo con el nombre de loca— la escritura viene a restituirle un lugar, eleva su vacío a la dignidad de un amor plasmado en el poema.

Estamos, por tanto, ante una reparación, más o menos consistente, de lo insoportable de una falta, y ante una invocación que, al ser atendida, va a permitir dignificar esa falta. Lo máximo que se consigue con la escritura, que no es poco, es bordear esa falta y atraparla como nostalgia.

Podemos preguntarnos: ¿Qué exceso, qué verdad, qué peligro se convoca en el amor y en la escritura, que necesitan situarse en la clandestinidad?

Se teme aquello del ser humano que no es fácilmente controlable por la ley. Y el amor es un concepto difícil de significar, sobre todo en la lógica que se presenta, como una pasión excesiva, enigmática, ilógica, superior, desbordante, que convoca a la abuela de forma ineludible. Salvando las distancias, la novela recuerda, no la poesía mística, sino algo de su estructura. El amor apasionado, fuera de los límites racionales, que se escabulle de la palabra pero que sólo puede ser atrapado con ella, de forma precaria, incluso ininteligible, pero trasmitiendo a la palabra, a la poética, toda esa pasión surgida de un lugar enigmático, de un lugar Otro. El poema entraría así en la sólida consistencia de un verdadero acto de sublimación.

Por otro lado, Mal de piedras nos sitúa, de forma explícita, ante un escenario en el que se inscribe un saber importante, la falta de naturalidad en lo concerniente a lo humano. Es ahí donde la abuela sabe que se juega la verdadera vida, fuera de una mentirosa normalidad. Así lo expresa:

“Las cosas no podían ser normales, que por fuerza debían ser más de un modo que de otro”

Y en verdad no son normales, por mucho empeño que la norma ponga en que lo sean. El amor aparece como enigma inclasificable para el que faltan palabras que permitan al ser humano situarse en una lógica universal; el desencuentro es dramatizado en toda su esencia. Al contrario que la lógica femenina, la lógica masculina, inclinándose del lado de la sexualidad, no es subsidiaria del amor, sino que se revela independiente de él; se deja ver como simple satisfacción de las necesidades en una versión mecanicista. Nada del vacío se juega ahí, sólo se trata de una maquinaria que necesita lubrificarse de vez en cuando. Lo masculino y lo femenino son dos polos que se contraponen; y de todo ello se deriva una posición nada natural, la clandestinidad como posición ante un vacío, clandestinidad por exceso del lado femenino, y por defecto del lado masculino.

Finalmente, también resultan llamativas unas palabras del padre. Parecen sugerir que algo ha de funcionar mal para que todo marche medianamente bien:

“No hay que poner orden en las cosas, sino contribuir al jaleo universal y llevar el compás”

Llevar el compás es una forma de armonía dentro del jaleo de lo humano, es la gramática precaria del poema que evoca la nostalgia ante una falta demasiado sólida, es la rúbrica contenida en la proposición última:

Escriba”.

Miguel Ángel Alonso

Fuente: http://liter-a-tulia.blogspot.com/

ENLACES:

5315. LITER-a-TULIA. Comentario de Concha Miralles sobre la novela Mal de Piedras, de Milena Agus, en la traducción de Celia Filipetto.

5272. Una transmisión de vida. Comentario de Ana María Crespo sobre la “novela familiar” de Milena Agus, Mal de Piedras.

5267. De la naturaleza del amor. Comentario de María José Martínez Sánchez sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus.

5266. Tertulia Liter-a-tulia (Literatura y Psicoanálisis). Comentario de Mónica Unterberger sobre el libro Mal de Piedras, de Milena Agus.

5248. El viernes, día 13 de noviembre de 2009, Liter-a-tulia se reúne para comentar el libro Mal de Piedras, de Milena Agus, a las 6 de la tarde.

5315. LITER-a-TULIA. Comentario de Concha Miralles sobre la novela Mal de Piedras, de Milena Agus, en la traducción de Celia Filipetto.




Mal de Piedras, de Milena Agus



Comentario de Concha Miralles sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus en la traducción de Celia Filipetto

¿Qué hace que una novela trascienda y en lugar de ser una más del montón pase a convertirse en una pequeña obra de arte? Hay quienes destripan los elementos para encontrar la fórmula magistral de los best sellers, y, aunque no es fácil dar con ella, si reflexionamos un poco, en Mal de piedras de Milena Agus podríamos encontrar algunos de los elementos que, más que en best seller, pueden convertirla en un libro inolvidable:

1. El narrador. Acertó la autora con la voz narrativa. Está contada en tercera persona y desde una distancia relativa, la suficiente para tener una perspectiva objetiva de los hechos, aunque, al tratarse de la nieta de la protagonista, al mismo tiempo se produce un interesante enlace emocional que se va intensificando a medida que avanza la novela. La nieta, que está a punto de casarse, rememora retazos de la vida de su abuela desde la casa que pronto va a habitar, que también fue la de sus abuelos. En la reconstrucción de la vivienda la nieta descubrirá algo importante, que mantuvo celosamente escondido su antepasada y cuyo conocimiento dará un giro completo a la versión que cree tener sobre su vida. Y no debería sorprendernos demasiado el hallazgo, porque ya viene anunciado desde mucho antes: “En el fondo, qué sabemos de veras incluso de las personas que tenemos más cerca”.

2. La metáfora. Importante recurso en ésta obra, envolvente de principio a fin. Abuela padecía el “mal de piedras”, o cálculos renales, en su acepción menos poética. Es la causa de que no pueda tener hijos, que aborta en los primeros meses de gestación. El poder de creación de la vida es incompatible con el de formar las piedras. Padecer el “mal de piedras” es tener la penosa facultad de formar algo que se solidifica en el interior del cuerpo y se petrifica; petrificarse, construir lenta e invisiblemente pequeñas piedras que será preciso expulsar con dolor para sobrevivir y poder dar vida.
Una cura de aguas termales le devolverá a abuela la salud, al mismo tiempo que conoce el “verdadero” amor en la persona del Veterano. La vida, para abuela, “se dividía en dos partes: antes y después de la cura con aguas termales, como si el agua que le hizo expulsar los cálculos hubiese sido milagrosa en todos los sentidos.” (pag. 70)
Expulsar las piedras se convierte en algo hermoso, porque ocurre en el transcurso de una apasionada historia de amor, en la que por fin encuentra “la cosa principal” de la vida, la que le había faltado siempre”.

3. El amor. Abuela considera el mal de piedras una maldición que hace huir al amor, por eso cuando se cura puede encontrarlo. Pero “Si Dios no quería permitirle que conociera el amor, que la matase como fuese”, porque para abuela eso era lo único por lo que valía la pena vivir. Tan importante es para ella que, cuando cree haberlo hallado, ni siquiera teme ser condenada al infierno por su infidelidad: “Si Dios era de veras Dios, sabiendo cuánto había deseado el amor, cuánto había rezado para saber al menos lo que era, cómo iba ahora a mandarla al infierno”. (pag. 63).
Del mismo modo, cuando va con su marido a Milán para visitar a su hermana y se dedica a buscar por toda la ciudad al Veterano, ruega a Dios que le conceda su petición: “si resultaba que ahora Dios no quería que encontrase al Veterano, que la matara entonces”-pag.110.
Esta es, fundamentalmente, una novela de amor. O de desamor. O de su búsqueda y el anhelo por lograrlo. De forma similar a Enma Rouault, la Madame Bovary de Flaubert, abuela tiene un concepto del amor tan sublime y perfecto que no advierte ni valora como tal la relación con su marido, construyendo en su fantasía un idilio que finalmente se descubrirá que es mucho más literario que real. La nieta cree que abuela vivió un idilio amoroso extraconyugal con el Veterano; esa es la leyenda, el legado que abuela ha dejado sobre su vida, la versión que sobre ella ha alcanzado a su nieta. Una versión errónea que alimentó durante toda su vida hasta convertirla en un falso recuerdo. Abuela esconderá las pruebas abriendo un boquete entre las piedras de una pared de su casa, que sella después ella misma con cemento. Una carta del Veterano escrita años después -palabras “petrificadas” sacadas a la luz después del tiempo-, rebelará finalmente toda la verdad. Y un mensaje de él, que también tiene que ver con otra expulsión necesaria y vital para abuela: “escribe”-le dice, y esa es la última palabra de la novela-. Pero hace mucho tiempo que ya no hay más escritura de abuela, y es la nieta la que retoma el testigo para contarnos su historia, con la verdad escondida entre las piedras de la casa que va a habitar, que la convierte en una bonita historia de amor. Pero no del amor por el Veterano, no del sueño del AMOR –con mayúsculas, inalcanzable y sólo posible con esa grandeza en la literatura o en el cine- que abuela persigue toda su vida, sino del amor con minúsculas, pero concreto, tangible y cotidiano, que, por cercano y posible, no parece merecer la misma denominación. “Y esto es algo que abuela tampoco se perdonó en la vida. No haber sabido entender al vuelo aquellas palabras –de abuelo- y no ser feliz.”

4. La felicidad. Pag. 38: “ En aquellos días (los de la casa de la calle Sulis) era feliz aunque no conociera el amor, feliz por las cosas del mundo aunque abuelo no la tocara nunca salvo cuando ella le ofrecía las prestaciones de la Casa de Citas, y en la cama seguían durmiendo cada uno arrimado a su orilla, poniendo cuidad de no rozarse”.
“Los momentos más bonitos venían después de las prestaciones, cuando abuelo encendía la pipa en la cama y se notaba que estaba a gusto por la cara que ponía y abuela lo miraba desde su lado, y ella le sonreía, él le decía: “De qué te ríes?”. Pero no es que después dijera algo más, o que la atrajera hacia él, no, la mantenía a distancia. Y abuela siempre pensaba: Sí que es raro el amor, si no quiere llegar, no llega ni con la cama, ni con la amabilidad y las buenas maneras, y lo más raro de todo era que no hubiese forma humana de conseguir que esa cosa tan importante apareciera”

5. La escritura y la música. Como se apunta anteriormente, la escritura forma parte de la metáfora de la novela; es una variante del mal de piedras. Abuela aprende a escribir, cosa que le censurará violentamente su madre en cuanto advierte que se dedica a escribir poemas de contenido erótico a los chicos que le gustan. Es un mal, un mal de letras y palabras. Pero abuela seguirá escribiendo a escondidas; cuando conoce al Veterano “llevaba toda la vida escribiendo a escondidas. Poemas. Acaso pensamientos. Cosas que se le ocurrían pero un poquito inventadas. Nadie debía enterarse porque a lo mejor la tomaban por loca”. Era su pasión.
A Abuela quisieron internarla sus padres en un manicomio porque la consideraban loca; así la llamaban los vecinos. Ella había sido una muchacha atípica, con varios intentos frustrados de suicidio –una vez se tiró a un pozo, del que fue rescatada, y tenía marcas de cortes en sus brazos-, aunque tanto su marido como el Veterano no comparten esa opinión de la locura, sino que la consideran una mujer especial.
El amante se interesa por el cuaderno negro con bordes rojos de ella, y él la corrige con exigencia, para que mejore su escritura. Luego, cuando van a separarse porque ya ha terminado el tiempo de la cura en el balneario, él le regala un nuevo cuaderno para que escriba más. “Porque el Veterano fue un instante, y la vida de abuela, muchas cosas más”
El Veterano también tiene una pasión: tocar el piano.
¿Qué ocupa el vacío? –¿tal vez el vacío de las piedras expulsadas?- “Ahora el vacío se llenaría con la casa de la calle Manno y el piano” (pag. 62).

6. La sexualidad. Abuela es una mujer compleja en este terreno. De salud endeble y fantasía desbordante, pero muy atractiva físicamente; el tipo de mujer que Abuelo desea, “con unas buenas tetas, firmes, abundante cabellera oscura y ojos negros”
Abuelo es alegre, impetuoso, fuerte, buen comedor, buen bebedor, fuma en pipa y es buen cliente de la Casa de Citas, donde acude para satisfacer sus necesidades sexuales. Las vecinas de la calle Sulis compadecen secretamente a abuela porque lo saben y la creen una desgraciada, pero no es así. Es abuela quien decide cuándo va a tener relaciones sexuales con su marido, y él respeta la llegada de ese momento. Un día ella le anuncia: “No debe gastar más dinero en las mujeres de la Casa de Citas. Ese dinero tiene usted que usarlo para comprarse tabaco y relajarse fumando en su pipa. Explíqueme lo que hace con esas mujeres y yo lo haré todo igual”. Y así entra a realizar “las prestaciones”, en las que se hace una experta, manteniendo relaciones sexuales con abuelo por una especie de favor indirecto, para que pueda tener otro placer distinto al que ella le va a proporcionar con su cuerpo: fumar en su pipa.
A pesar de eso, el matrimonio duerme toda su vida en camas separadas y se hablan de usted. “Por las noches, en la cama alta, abuela se acurrucaba lo más lejos posible de él, tanto que a menudo se caía al suelo”. “A ella casi le daba miedo aquel extraño forastero, del que no sabía si era guapo o no, total, ni lo miraba, total, el tampoco la miraba a ella”. “Cuando estaban a solas, es decir, únicamente en el dormitorio, no se hablaban nunca.
La relación amorosa que describe con el Veterano es de una intensa pasión, en la que despliega el catálogo completo de “las prestaciones” que aprendió y que practicaba con el abuelo.

7. Los espacios. Cagliari es la ciudad de donde procede abuelo, y tiene un destacado lugar en la rememoración de sucesos de la novela. La casa de la calle Manno, donde vivía la familia de abuelo, donde fueron asesinados –al principio era una casa espléndida, luego fue destruida en un bombardeo y en su lugar sólo quedó un agujero. Esta casa, y el agujero previo que la anticipa, tiene un valor simbólico muy importante en todo el relato, que conecta con la metáfora fundamental: “ Sobre todo les gustaba ir a ver el agujero cuando abuela se quedaba embarazada, lástima que todas las piedras que ella llevaba dentro terminaran siempre transformando la alegría en dolor y sangre por todas partes.” El matrimonio sueña media vida con volver a levantar una casa en el mismo lugar y se emplean en ahorrar para conseguirlo –abuela lo hace evitando que su marido tenga que ir a la casa de citas. Desde esa casa es desde donde la nieta cuenta la historia de abuela, desde donde parte la narración de la novela.
Otro lugar destacado es la casa de recién casados, en la calle Sulis, donde las vecinas, que se convertirán el sus amigas de toda la vida, le cuentan lo que pasó con la familia de abuelo, que murieron todos un 13 de mayo de 1943 cuando iban a celebrar su cumpleaños con una tarta hecha para él.
Y uno de los espacios más relevantes es el balneario, donde conoce al Veterano y transcurre su romance amoroso. Este espacio es el que marca el cambio en su vida.
La ciudad de Milán es un espacio de búsqueda y encuentro. Ella busca desesperadamente al Veterano, que no encuentra, y, por el contrario, se encuentra una y otra vez con la grata compañía y los tiernos cuidados que le prodiga su marido.

8. Los tiempos. En primer lugar está el tiempo de los acontecimientos históricos que enmarcan el desarrollo de la narración. Son dos tiempos: el de la narradora coincide con lo que ella llama “la situación en Irak”, “con estos americanos que no se sabe si liberan u ocupan”,y el de abuela es el tiempo de la segunda guerra mundial y hay abundantes situaciones que la rememoran.
Abuela se casa sin estar enamorada de un hombre de bien al que no habían llamado a filas por ser ya mayor y viudo. Fue un acuerdo pactado con su familia, y rechazado por ella, sobre todo al principio. Abuela pasará toda la vida buscando el amor, “la cosa principal” Y, cuando ya todos hemos creído la versión de una bella historia de amor, resulta que las cosas nunca sucedieron así, nada más que en la fantasía de abuela.
La voz de la narradora y la historia de abuela son como dos hilos que se van trenzando en el tiempo hasta encontrarse con la verdad. Por un lado está la verdad conocida, y por otro la verdad escrita, con la respuesta del Veterano, que resulta ser la única real.
El tiempo de la nieta parte de ese punto, en el que retoma el conocimiento de antigua historia arraigada en ella. Todo es futuro inminente: una boda próxima, y la vida proyectada en la que fuera la casa de sus abuelos, en la calle Manno.

9. La herencia. ¿Qué se transmite aquí de padres a hijos? A los nueve meses de su vuelta del balneario abuela consigue quedarse embarazada. Tendrá un único hijo en el que conseguirá alimentar la pasión de otro, del Veterano –que no del padre verdadero de su hijo. Durante su embarazo trabaja a escondidas del marido para comprar un piano. Con el tiempo, su hijo se convertirá en un importante pianista. Es esta una herencia que proviene del mundo de la fantasía y de los sueños de abuela, pero con la energía suficiente para arraigar en el niño, y abuelo, desconociéndolo, se siente orgulloso de su hijo, con el que siempre mantuvo una relación de mayor complicidad y confianza que de éste con su madre.
Al hijo de abuela, cuando se hace mayor, “no lo quería ninguna chica, y abuela sufría y se sentía culpable porque a lo mejor le había trasmitido a su hijo el mal que hacía huir al amor.” También de él decían que estaba loco, absorto siempre en su música y ajeno a la realidad.

La nieta, por otra parte, hereda otra pasión, la de la abuela. Supuestamente es ella quien escribe y cuenta esta historia.
El Veterano, por su parte, a quien no vuelve a ver en toda su vida después de su regreso del balneario, también tenía una hija, que no era suya, y cuya procedencia y paternidad despierta la fantasía de abuela: ¿era hija de un partisano o de un nazi alemán? El misterio de su procedencia no impide el amor hacia la niña, a la que el Veterano da su lengua y una educación.

Concha M. Miralles

Fuente: http://liter-a-tulia.blogspot.com/

ENLACES:

5272. Una transmisión de vida. Comentario de Ana María Crespo sobre la “novela familiar” de Milena Agus, Mal de Piedras.

5267. De la naturaleza del amor. Comentario de María José Martínez Sánchez sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus.

5266. Tertulia Liter-a-tulia (Literatura y Psicoanálisis). Comentario de Mónica Unterberger sobre el libro Mal de Piedras, de Milena Agus.

5248. El viernes, día 13 de noviembre de 2009, Liter-a-tulia se reúne para comentar el libro Mal de Piedras, de Milena Agus, a las 6 de la tarde.

5314. Francisco Javier Calavia Pascual. Cena Atlético Getafe, 20 de noviembre de 2009.


Foto: Blas


ENLACES:

5312. Manuel Rodrigo Muñoz, Benito León González y Juan Galeote Álvarez. Cena Atlético Getafe, 20 de noviembre de 2009.

5308. Juan Fernando Jiménez Lavandeira. Cena Atlético Getafe, 20 de noviembre de 2009.

1697. Jorge Calavia Ruiz, con la camiseta del Atlético Getafe, en Mostar, Bosnia Herzegovina, año 2005.

1686. Javier Calavia Ruiz, Santiago Fernández, Araceli, Maribel Ruiz, Jorge Calavia Ruiz, 30 de noviembre de 2007.

1280. Javier Calavia, Francisco Gaita y Blas García Marín, en el Maratón de Los Pacos, Fuengirola, 08/12/1996.

1. Eran las siete de la mañana, del día dos de septiembre del año 1965, cuando mi padre y yo caminábamos en silencio por la calle Barón del Solar.