martes, 17 de agosto de 2010

7114. Cirilo Bermejo, ex policía, fue inmortalizado en Aranda de Duero para un reportaje de EL PAÍS sobre ancianos centenarios, tiene 104 años

Bermejo, año 2006. 
Foto: CLAUDIO ÁLVAREZ (http://www.elpais.com)


Escrito por Luis M. Ariza
Seiscientas personas en el mundo han superado la barrera de los 110 años. Veinte han vivido más de 115, y una mujer francesa alcanzó los 122. ¿Qué les llevó a envejecer más lentamente que el resto? La ciencia ha demostrado que lo llevan en los genes y que comparten un sistema inmunológico más fuerte. El secreto de la longevidad parece esconderse tras estos argumentos, pero también tras un determinado estilo de vida.
El rescate de los recuerdos detrás de un rostro de alguien que ha superado el siglo de edad, como es el caso de Lope Roldán, es una aventura arriesgada, como la del explorador que desciende a terrenos abisales. La mirada perdida, los silencios, reflejan la incontestable pérdida de memoria, pero en ocasiones la lucidez aflora en ráfagas, trozos de una vida intensa, un hallazgo entre oscuridad. Nacido en Huelves (Cuenca) en 1910, Roldán contaba con dos años cuando se hundió el Titanic. Como agricultor, asegura que durante la Guerra Civil no sufrió "ni un arañazo", pero la rutina de madrugadas interminables para trabajar en el campo antes de la salida del sol, arar la tierra durante horas, cargar sacos de cebada, trigo o garbanzos, se hizo mucho más dura. Y de las represalias de los vencedores hacia los vencidos, tras el conflicto, le queda una frase. "Me choca que las personas de talento hayan sido tan crueles". Roldán recuerda que algunos privilegiados se llevaban al campo cordero frito, pero ese nunca fue su caso. "De hambre y miseria puedo contarle todo lo que usted quiera. He llegado a comer cardos que arrancaba por ahí". Su vida no ha sido fácil, pero a pesar de que ahora tiene una movilidad reducida, echa de menos el trabajo, levantarse antes que el sol. No tiene una comida favorita, ha dormido poco, la carne le disgusta, apenas ha probado el vino, y lleva casado tanto tiempo que no se acuerda de la fecha de su boda, solo que tenía "la edad de Cristo". Es un hombre que admite que tiene su genio, y explica sentirse razonablemente feliz, tras 67 años al lado de su mujer, Ramona, una anciana tranquila, muy paciente y dormilona que ya ha cumplido los 96. Esta pareja centenaria se emociona cuando se besa. Roldán es uno de los 7.190 centenarios que hay en España, según datos del INE en 2009. Su edad es excepcional. Se encuentra dentro del exclusivo grupo de españoles longevos que apenas representa el 0,01% de la población. Cuando se le pregunta cuál cree que es la causa por la que ha vivido más tiempo que los demás, responde que no lo sabe...

7106. Reportaje de Luis M. Ariza sobre "100 El elixir de la vida". María Jesús Masoliver tiene 104 años

Masoliver es retratada junto a Jhovanna Romero, dominicana de 22 años amiga de la familia, en 2006. 
Foto: http://www.elpais.com 

 

6347. Si quieres vivir 100 años empieza a correr. Hoy es común encontrar gente de 80, 90 y hasta 100 años de edad

¿La meta? Vivir 100 años

A medida que el tiempo pasa aumenta la expectativa de vida y hoy es común encontrar gente de 80, 90 y hasta 100 años de edad. ¿Por qué sucede? Claves para lograr un envejecimiento pleno.
Estamos programados para vivir 100 años? Hasta no hace mucho, plantearse el interrogante sonaba a disparate y aquellas pocas personas que se acercaban al centenario eran tratadas como fantásticas excepciones de la naturaleza. No es que hayan dejado de serlo, al fin y al cabo, el solo hecho de haber vivido ¡más de un siglo! es mérito suficiente como para celebrar. Lo que sucede es que durante los últimos años fue aumentando la expectativa de vida de la población mundial. Si a esto le sumamos (o le restamos, claro) el descenso de la la tasa de natalidad, nos encontramos con una sociedad que envejece lenta pero sostenidamente. Frente a esta situación, los especialistas trabajan en una misma dirección: ¿cómo hacer para que las personas longevas mantengan su calidad de vida?
¡Viejos los trapos!
De buenas a primeras, los números impactan. Basta con pensar que durante los últimos 100 años la expectativa de vida creció más que en dos milenios. ¿Cómo es esto? En la Antigua Roma las personas alcanzaban un promedio de vida de 25 años; a principios del siglo XX rondaban los 50; y en la actualidad, la cifra oscila entre los 70 y los 80 años (depende de cada país; en la Argentina son 74). Y esto es apenas el comienzo...

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Fuente: http://weblog.maimonides

6344. Quien se mueve vive más. El ejercicio de fuerza, más eficaz en ancianos que la polimedicación. Los expertos animan a ir al gimnasio a los 90 para ganar calidad de vida

Sólo con andar se previene la enfermedad, según los expertos. Y cuando llega es menos grave. 
Foto: REUTERS (http://www.elpais.com)

Jerry Morris demostró hace más de 50 años que el ejercicio era bueno para la salud con un estudio publicado en The Lancet en el que se observaba cómo morían mucho más jóvenes los conductores de los autobuses de Londres, todo el día sentados ante el volante, que los cobradores, que no paraban de moverse, escaleras arriba, escaleras abajo, cobrando a los pasajeros. El resto de su existencia, el venerado y longevo Morris fue un ejemplo de la verdad de sus teorías. Hasta su muerte, en octubre pasado, a los 99 años, siguió haciendo ejercicio, nadando, desplazándose en bicicleta. Evidentemente, desde su perspectiva, Morris habría considerado evidente el experimento llevado a cabo hace unos meses con 40 nonagenarios en una residencia de ancianos de Madrid por José Antonio Serra, director del Departamento de Geriatría del hospital Gregorio Marañón, y Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea de Madrid. Quizás, incluso, Morris, o el sueco Per Olof Astrand, otro de los padres de la ciencia del deporte, que a los 88 años, dos semanas después de operarse de la cadera, iba en bicicleta al trabajo, se habrían prestado voluntarios para contribuir aún más a demostrar que, digan lo que digan muchos, a los viejos, y también a los muy viejos, les viene muy bien hacer ejercicio de fuerza, de buena intensidad, hacer pesas en el gimnasio también.

La FDA dijo que la EPO, probada en enfermos, aumenta la mortalidad
Un estudio confirma un 17% de aumento muscular en nonagenarios
"Los viejos mueren porque hace frío y no salen de casa" dice un geriatra
Los efectos sólo se ven tras esfuerzos muy intensos, dice un experto
"El horror a envejecer no nace del miedo a morirse, sino del miedo a la incapacidad, a la pérdida de independencia, a lo que no curan los fármacos", dice Serra. Desde que leyó en 1994 un estudio con personas de más de 90 años en el New England Journal of Medicine (NEJM) no ha dejado de soñar con hacer algo similar en Madrid. "Los viejos se atrofian por una discapacidad progresiva, se atrofian porque no se mueven, porque hace un invierno frío y no salen de casa, porque viven en un cuarto sin ascensor y están recluidos, porque llegan al hospital andando con una neumonía y pasan 15 días en cama y salen con la neumonía curada pero en silla de ruedas, las piernas ya no les sujetan y ya no se levantan más. Y la solución que les ofrece la sociedad son fármacos, cuando el problema son los hábitos. Seguimos las directrices de la industria".
Es la medicina de la polipíldora. Serra habla de cómo la industria farmacéutica está investigando para dar con una pastilla contra la atrofia muscular, un intento más cuando aún está de moda la hormona del crecimiento, considerada en muchos geriátricos de alto standing la píldora de la eterna juventud -y de ingresos para los médicos que la prescriben- o la testosterona. Ambas hormonas sintéticas comenzaron a fijar su prestigio, paradójicamente, gracias a la lucha contra el dopaje en el deporte: si convierten a deportistas normales en máquinas, ¿qué no van a poder hacer con los ancianos? Podría haber mencionado también Serra la eritropoyetina sintética, la mítica EPO.
Sintetizada por ingeniería genética por primera vez a finales de los ochenta, la EPO, una hormona que dirige la fabricación de glóbulos rojos, los que transportan el oxígeno en la sangre para dar vida a los músculos, transformó durante décadas a mulas laboriosas en purasangres del deporte, sobre todo en especialidades de resistencia. Cambió la vida, para mejor, de los enfermos de riñón sometidos a diálisis, que pudieron olvidarse de las engorrosas y peligrosas transfusiones de sangre. Mejoró también el rendimiento de los ciclistas hasta límites con los que no podían soñar y, a partir de ahí, se aprobó su uso también para todo tipo de enfermos -cardiacos, oncológicos- que desarrollaran anemias. Si los ciclistas van mil veces mejor con un hematocrito de 50 que con uno de 40, ¿no será mejor uno de 40 para los enfermos que uno de 30, que les permite moverse lo justo?
No, fue la respuesta hace unos meses en el NEJM, unos años después de la moda, de la Food and Drugs Administration (FDA), el organismo de control farmacéutico de EE UU. En una revisión profunda de ensayos y estadísticas tras 20 años de EPO, llegó a la conclusión de que no sólo no era verdad la hipótesis de que a más hematocrito mejor calidad, sino que, incluso, una elevación rápida y excesiva de hematocrito mediante inyecciones de EPO provocaba mayor mortalidad.
"Aunque aumente el transporte de oxígeno, la EPO no aumenta necesariamente el consumo de oxígeno, el volumen máximo (VO2 max) de los no deportistas, y menos aún de los sedentarios. En ellos el VO2 max es índice de su calidad y esperanza de vida, que sólo se aumenta mediante el entrenamiento, el ejercicio", dice Alejandro Lucía. "Así que la EPO no aumenta la calidad de vida, porque aunque aumente la cantidad de oxígeno en sangre, si no hay músculos a los que alimentar, ¿para qué hace falta el oxígeno?". Para hacer músculo hay que mover las piernas.
El estudio con los 40 nonagenarios (32 mujeres y ocho hombres) se desarrolló durante ocho semanas en la residencia Los Nogales, en Madrid. Aleatoriamente, se les dividió en dos grupos de 20, uno hizo de control y otro se sometió a tres sesiones semanales de ejercicios de fuerza, fundamentalmente prensa de piernas, en la que se iba incrementando la resistencia. El grupo entrenado mostró un aumento del 17% en fuerza muscular en las piernas, mientras que en el de control decreció. "Y el aumento sólo lo medimos a partir de una semana de trabajo en la que los sujetos se familiarizaron con la técnica de la máquina. Si no, habría sido más espectacular", dice Serra. "Además, también es muy importante otro resultado: en el grupo de entrenados se produjeron después menos caídas que en el de control. Y ellos, subjetivamente, se sintieron mucho mejor. Acostumbrados a comprobar cómo envejecer equivale a perder, a ser cada día menos capaces, vieron cómo podían ganar". "Y unas semanas después", dice Alejandro Lucía, "aún se mantenía la mejora: había aumentado su diferencia".
"Tal fue el éxito, que por la tarde teníamos que cerrar el gimnasio. Los del grupo de control no entendían por qué no les dejábamos hacer ejercicio y se colaban para machacarse por su cuenta".
"La fuerza, las pesas, es muy agradecida", dice Alejandro Lucía, quien antes de centrar sus investigaciones en la genética y en los beneficios del ejercicio en los enfermos trabajó con deportistas profesionales, a los que se aplicó hace años el entrenamiento de fuerza. "En ejercicio funciona la correlación dosis-respuesta".
"Es curioso cómo en las recomendaciones de las asociaciones de médicos se dice que mucho cuidado con el ejercicio, que no hay que pasarse", dice Ricardo Mora, catedrático de Fisiología en la Universidad de Castilla-La Mancha. "Y, sin embargo, las grandes adaptaciones en el organismo, los efectos del entrenamiento, sólo se producen tras esfuerzos intensos".
"Los médicos no saben muy bien cómo manejar el ejercicio, no prescriben ejercicio, sino que lo recomiendan y, a veces, lo prohíben, como si fuera peligroso", dice Alejandro Lucía. "En todo caso dicen que se haga con moderación, o prohíben a la gente que corra, cuando a veces es su mayor satisfacción en la vida. Su calidad de vida es el ejercicio, y las adaptaciones son imposibles si no se suda, si no hay esfuerzo".
La edad media de los enfermos de Serra es 87 años; la de las roturas de cadera es 84 años: el 30% morirá en menos de un año, y muchas veces por no hacer ejercicio. "La estancia hospitalaria los enferma más que la fractura", dice Serra. "Se recomienda que se les opere a las 48 horas de la fractura y que apoyen el pie a las 48 horas de la operación, pero muchas veces pasa más de una semana hasta que se les opera y otro tanto para que inicien la rehabilitación. Y además, casi la mitad sufre confusiones mentales durante su estancia. Y no tiene sentido, con enfermos del corazón, hacerles intervenciones costosas y luego decirles que no se muevan, dejarles vivos pero sin vida".
Serra propugna, con poco optimismo, la implantación de gimnasios y programa de ejercicio en los hospitales, más allá de la rehabilitación normal. "Imitar a la calle, donde cada vez se ve a más gente mayor haciendo ejercicio". También cree que los médicos acabarán proponiendo antes cambios de hábitos que pastillas, que sabrán qué actividad prescribir, cómo dosificarla, cómo enseñar a practicarla. "Los viejos se mueren principalmente del corazón y de cáncer", dice. "El primer paso contra ello no son las pastillas, sino el ejercicio. Sólo con andar se previene la enfermedad, y cuando golpea es menos grave: a igualdad de factores de riesgo, quienes más se mueven mueren más tarde. Nunca es tarde para empezar con hábitos saludables, ni siquiera después de los 90 años".


Fuente: http://www.elpais.com

 

17 ago 2010

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