miércoles, 24 de septiembre de 2008

1814. La jungla de la velocidad. La carrera de Usain Bolt en Pekín revolucionó todas las creencias existentes sobre los límites de la velocidad humana


Cuenta una leyenda que cada mañana, en África, una gacela se despierta. Ella sabe que tendrá que correr más rápido que ayer y, sobre todo, más rápido que los leones para mantenerse viva. Cada mañana, un león se despierta en África. Sabe que él también tendrá que correr más rápido que otros días y más rápido que las gacelas para seguir vivo, para no morir de hambre. En África, poco importa que seas león o gacela. Cuando el sol se levanta, lo mejor es correr lo más rápido posible.
Es la misma filosofía que los velocistas actuales, aunque, para ellos, correr más rápido no es una cuestión de vida o muerte como para el león o la gacela... es una obsesión.
Jungla, circo, show, deporte... los 100 metros son un poco de todo esto a la vez. Es difícil hablar sólo de deporte cuando la cotización de los grandes esprinters supera los 100.000 dólares desde hace muchos años y cuando se reparten primas millonarias por superar topes.
La carrera de Usain Bolt en Pekín revolucionó todas las creencias existentes sobre los límites de la velocidad humana, porque corrió en 9.69 dejándose llevar en los 20 metros finales.
Catorce centésimas más rápido
¿Qué hubiese pasado de haberse tomado toda la distancia en serio? Es la pregunta del millón.
Según un grupo de investigadores del Instituto de Astrofísica Teórica de la Universidad de Oslo, Bolt pudo haber corrido ese día 14 centésimas más rápido por lo que nos iríamos a los ¡9.55! Los científicos estiman que el jamaicano desaceleró 0,5 metros por segundo menos que el segundo clasificado, Richard Thompson.
Pero todo esto son especulaciones. Lo único cierto es que esa carrera se hizo en 9.69, que el tope de velocidad alcanzado por el jamaicano fue de 42,8 km/h y que la velocidad sostenida durante los 100 metros fue de 37,152 km/h. Siempre que se habla de que el hombre puede alcanzar los 45 km/h se hace referencia a la velocidad punta que puede alcanzar en unos metros determinados, al igual que el resto de los animales, incapaces de mantener la carrera sostenida en una distancia más amplia, aunque este límite varía de unos a otros. El guepardo, por ejemplo, es capaz de mantener esos 110 km/h durante 500 metros y del berrendo, un ungulado que camina sobre el extremo de sus dedos, se dice que puede mantener su tope de velocidad (98 km/h) durante dos horas.
El de la velocidad humana es también siempre un tema polémico porque depende de muchos factores, como la velocidad del viento en el momento de la carrera o el tiempo de reacción al pistoletazo de salida. La tecnología ha añadido datos nuevos, como el material de construcción de la pista y la evolución en los materiales deportivos y sistemas de entrenamientos, orientados a la mejora cuando aparentemente el techo fisiológico ya se había tocado. La rapidez de contracción de las llamadas fibras blancas ya era conocida por todos y era el punto a batir en cuanto a morfología humana se refiere junto a la optimación del sistema nervioso, encargado de realizar las contracciones musculares que facilitan la carrera o cualquier otra actividad del hombre.
La culpable es la Actina A
También influyen los factores genéticos, como se ha sabido cuando todos se han preguntado tras Pekín por qué corren tanto los jamaicanos.
En un reciente estudio realizado en Glasgow y Jamaica, los atletas de este país ofrecen hasta un 40 por ciento más de fibras de Actina A, las de contracción rápida, en las piernas. Este tipo de fibras tienen un especial rendimiento en los esfuerzos de tipo anaeróbico (alta intensidad por poco tiempo). Favorecen los esfuerzos que duran entre 40 y 45 segundos, ya que se fatigan muy rápidamente. La tensión máxima que pueden soportar es hasta tres veces superior a las fibras de contracción lenta.
Este estudio demostró que estas fibras especiales están en el 70 por ciento de los jamaicanos. El mismo estudio en los australianos demostró que la Actina A está sólo en el 30 por ciento de ellos.

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