jueves, 26 de noviembre de 2009

5336. LITER-a-TULIA. Apertura 11ª reunión, Mal de Piedras de Milena Agus. Alberto Estévez Fajardo.


Gustavo, Alberto y Miguel Ángel
Foto: Blas


Apertura 11ª reunión, Mal de Piedras de Milena Agus


La mujer no existe.


Este enunciado polémico pertenece al psicoanalista Jacques Lacan. Sin ninguna explicación añadida pareciera de locos defender esto, más si cabe en ámbitos como el que representa esta tertulia, con tan nutrida presencia femenina; exige pues una aclaración, que también le pertenece a él y precisa absolutamente la cuestión que está de fondo: hay mujeres, pero a condición de que las tomemos una por una.

No podemos pues hablar de La Mujer más que a condición de tachar el La y sustituirlo por el una, una mujer. Un artículo determinado por uno indeterminado, y en este movimiento nos separamos del universal La Mujer que podría englobar a todas pero del que cada una de ellas escapa. El universal es la lógica afín a la posición masculina, y nos lo encontramos hasta en el lenguaje popular; quién no ha escuchado “todos los hombres son iguales”, hasta ha titulado obras en estos últimos tiempos. Siempre lleva un más o menos sensible tono de reproche esta frase cuando se dirige al varón.

El caso es que ¿porqué todas las mujeres no son iguales? ¿Por qué nos proponen tomarlas una por una? Mal que le pese al hombre, que al intentar tratar con un estándar, con lo que se encuentra es con el heteros femenino, con lo diferente, o incluso yendo más allá, con lo imprevisto que lo desconcierta y lo confunde hasta el punto de pensar que las mujeres son unas locas. Esta, por cierto, es otra frase que encuentra su eco en el saber popular.

La antinomia de la mujer y el universal hay que buscarla en la lógica de su posición sexual, que es la responsable de que su goce no esté localizado sino que resulte algo que se siente en todo el cuerpo, es decir, que frente a la localización fálica del varón, para lo femenino se presenta más la vertiente de lo no localizado, desubicado, incluso ilimitado. Creo que es esta cuestión la que plantea la supuesta peligrosidad femenina, y quiero citaros aquí al historiador también francés, George Duby, verdadero especialista en Edad Media, que dice lo siguiente en su trabajo titulado Historia de las mujeres acerca de lo que ha sido la mujer en la antigüedad: “interpretada como la fuente y el origen del amor, como locura destructora de los sentidos, había que arrancársela al cosmos o, cuando menos, al mundo perverso, a fin de que tuviera cabida en la dignidad de una relación conyugal y maternal tierna, constructora de la sociedad.”

Pero esta peligrosidad no lo es sólo para el hombre y sus desconciertos ante lo femenino, lo cual lo ha llevado a lo largo de la historia a recluirlas, exorcizarlas, reducirlas en suma a esa localización que se ve amenazada por lo ilimitado que lo femenino conlleva; esa peligrosidad es también para consigo misma, porque lo ilimitado puede volverse contra ella.

Ya tenemos pues dos diferencias, a mi entender esenciales, para poder distinguir las posiciones de ambos sexos. Lo digo en bajito porque vivimos tiempos de gran confusión en este sentido, en las que las diferencias tratan de ser aplastadas en nombre del igualitarismo, pero entrar a analizar esa ideología me llevaría por un camino que no pretendo andar ahora.

Decir que frente al universal de “todos los hombres…” mantenemos el enunciado “una mujer”, y otra, y otra, es también decir que algo no marcha del lado de la unidad para ellas, incluso proponer que una mujer es no-una, o no-toda.

Este comienzo me permite introducir uno de los elementos fundamentales de la novela, uno de los pivotes sobre los que gira la trama; ya os podéis imaginar que estoy hablando del amor.

Es innegable que la mujer puede tener dependencia de distintas cosas, pero el amor resulta básico cuando hablamos en estos términos ya que se deduce central en su problemática, porque por las características que este tiene, aporta un complemento fundamental para la identidad femenina. Y dicho esto, ya estamos frente al asunto que Abuela considera esencial, el que la lleva a la iglesia a recriminarle a Dios porqué era tan injusto, porqué negarle que conociera la cosa más bonita, la única por la que vale la pena vivir, el amor, dispuesta a sacrificar su propia vida si no llegaba a experimentarlo. Por cierto que casi es así, en incontables ocasiones la vida de Abuela corre peligro, unas veces porque ella misma decide llevar a cabo esta disposición a quitarse de en medio, y en otras, porque su afección renal, la que da título al libro, que aparentemente no supone un peligro para su vida, se manifiesta con cólicos espantosos que parecieran llevarla hasta el borde de la muerte; llega el momento de su visita al balneario.

Sin embargo, no quiero con esto restarle importancia a ese viaje, ella misma dice que hay un antes y un después en su vida a partir de ese momento, y es innegable, pero tenemos algunos elementos que se sitúan previamente a su desplazamiento al continente para sanar de su mal, elementos que hacen a la relación con su marido y que no debemos pasar por alto. Este buen hombre, porque no hay duda de que es así, o tiene un altísimo sentido de la responsabilidad o habría que plantearse si será cierto que no quiere a su mujer, como le dice para despreocuparla cuando ella trata de desengañarlo buscando que la boda no se produzca. Todas sus atenciones para con ella, , creo que consiguen conmover el corazoncito de Abuela, no hasta el punto de modificar o transformar su ideal respecto del amor, eso es algo que no se conmueve con facilidad, pero sí en lo que concierne a la cuestión esencial de la sexualidad femenina; el consentimiento de una mujer a ocupar el lugar de causa del deseo del hombre, y que la convierte en objeto sexual.

Las prestaciones, que es una forma muy significativa y simpática de nombrar los encuentros sexuales, pero a la vez muy definitiva en la medida que hay algo del prestarse, prestarse al deseo del varón, prestarse a ser el objeto que este precisa para que su deseo se encienda, parecen un catálogo de sexo sacado de internet, y esto ya lo tenemos antes del balneario. No es que vuelve de allí y comienzan las prestaciones, ya estaban, y pese a que ella siguiese sintiendo que no había forma humana de que aquello tan importante apareciera, o pese a que al terminar siguiesen durmiendo cada uno en su borde de la cama poniendo cuidado de no rozarse, lo cierto es que Abuela se confiesa con nosotros en la página anterior a su viaje al Balneario, y dice así: “En aquellos días era feliz, aunque no conociera el amor…” ¿No lo conocía? O quizá el amor terrenal no se correspondiera con esa figura ensalzada que ella denodadamente trataba de mantener, algo casi místico. En cualquier caso, las claves de esa felicidad que nos relata debemos encontrarlas en los acontecimientos que ocurren antes de su viaje, responsables de que algunas de sus piedras empezaran a disolverse.


Y luego aparece el Veterano.


Este libro es un libro que gusta a las mujeres. He tenido oportunidad de comprobarlo en los comentarios que nos han ido llegando, y ha generado una circunstancia que hasta ahora no se había dado en el recorrido de Liter-a-tulia; hemos recibido además del comentario de nuestra fiel colaboradora y escritora María José, que siempre nos ayuda con su visión preclara, otros dos más que podréis leer en el blog porque realmente son de una finura exquisita. Bien, las tres además son mujeres, y aunque debamos tomarlas una por una, lo cierto es que hay algo de lo que propone la obra que ha prendido en el deseo particular de cada una de ellas, y quizá ese final con el que termina el libro, “no está usted loca… escriba” ha debido funcionar como una suerte de detonante para ellas a la hora de producir escritura.

El caso es que en estos análisis que los comentarios hacen, cada uno con su modulación, se pueden entender las claves de lo que la figura del Veterano supone en el personaje de Abuela, y resulta muy interesante comprobar cómo desde la sensibilidad femenina de estas tres mujeres, pueden traducirse la serie de acontecimientos y sus consecuencias que la novela describe con ese estilo tan peculiar de la narradora. Desde aquí quiero dar las gracias porque estos aportes resultan muy enriquecedores para este espacio.


Sólo pretendo añadir que aquella mujer que entra en el balneario con el sobretodo gris de corte recto, con tres botones, sale convertida en la princesa de la calle Sulis y futura princesa de la calle Manno. Así mismo lo dice ella, como también que el vacío se llenará con la casa de la calle Manno y el piano. Es la forma que elige la narradora de decirnos que ya está dispuesta a seguir con su vida adelante, que se ha producido una transformación en su persona que va a permitir que los proyectos que el matrimonio tiene puedan llevarse a cabo, y aunque es cierto que el balneario favoreció la oportunidad de encontrar a alguien que estaba en el mismo lugar en el que le habían repetido que estaba ella, en la luna, a partir de ahora había que empezar a vivir, porque el veterano fue un instante y la vida de Abuela, muchas cosas más.

Servirse de una historia, mitad realidad, mitad fantasía, para seguir adelante y poder soportar lo que la vida nos depara no es nada tan extraño ni raro, es más común de lo que en un principio pudiéramos pensar, lo que ocurre es que hay que saber narrarlo de manera tan cautivadora como Milena Agus consigue, conocedora de lo fecundo que puede resultar el enigma de lo femenino, en el que constatamos que verse privada del sostén que ofrece el amor puede resultar trágico. La escritura en algunos casos puede servir de ayuda, a condición de que aceptemos que todos estamos un poco locos y que por consiguiente, no hará falta que solicitemos permiso para poder imaginar.


Alberto Estévez

Fuente: http://liter-a-tulia.blogspot.com/

ENLACES:

5317. LITER-a-TULIA. Mal de Piedras, de Milena Agus, en la traducción de Celia Filpetto. Comentario de Miguel Ángel Alonso Rodríguez.

5315. LITER-a-TULIA. Comentario de Concha Miralles sobre la novela Mal de Piedras, de Milena Agus, en la traducción de Celia Filipetto.

5272. Una transmisión de vida. Comentario de Ana María Crespo sobre la “novela familiar” de Milena Agus, Mal de Piedras.

5267. De la naturaleza del amor. Comentario de María José Martínez Sánchez sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus.

5266. Tertulia Liter-a-tulia (Literatura y Psicoanálisis). Comentario de Mónica Unterberger sobre el libro Mal de Piedras, de Milena Agus.

5248. El viernes, día 13 de noviembre de 2009, Liter-a-tulia se reúne para comentar el libro Mal de Piedras, de Milena Agus, a las 6 de la tarde.

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